Depresión infantil: cómo identificarla para ayudar a los más pequeños
La depresión no entiende de edades y puede afectar a las personas en cualquier etapa de la vida, incluida la infancia. Te contamos qué características tiene la depresión infantil para aprender a identificarla y cómo ayudar a los niños que la padecen.
A los padres de familia nos preocupa mucho todo lo que concierte a nuestros hijos, pero si algo nos preocupa es salud física, emocional y su felicidad. Cuando preguntamos a un grupo de padres que desean para sus hijos en el futuro una gran mayoría dice “que sea feliz”, ”que se valga por si mismo”, “que tenga una vida estupenda”, “que tenga suerte en la vida”, “que la vida lo favorezca”…pero el comentario más encontrado es “que sea feliz”. Sin embargo, esa preocupación y nuestra perspectiva de adultos, nos pueden llevar a interpretar de forma errónea lo que le sucede. Hablamos sobre la depresión infantil para resolver todas tu dudas.
Nosotros miramos lo que les sucede a los niños con ojos de adulto y la interpretación que hacemos de esto muchas veces difiere de la realidad, y además el estilo de la vivencia no es la misma. Podemos observar a un niño recuperarse rapidísimo de algo que a un adulto le costaría días o semanas, o podemos observar a un niño que llora con tal intensidad que nos asustamos mucho como adultos por un rasguño y a los 5 minutos estar como si no hubiese sucedido nada.
La experiencia de dolor, la experiencia vital, el sufrimiento, la felicidad entre otras, son vividas de manera diferente en la infancia que en la vida adulta y además variar entre las personas también. Podemos tener hijos más introvertidos, o con menos necesidad social que nosotros y que sean felices, podemos tener hijos más serios de lo que nosotros podemos interpretar como “normal” y ser muy felices, podemos tener hijos con rasgos de personalidad que necesitemos conocer y saber de todo para entender su modo de ver el mundo…etc.
Pero podemos tener un hijo al que le está sucediendo algo y es importante poderlo identificar. Los niños por naturaleza son felices, viven en un presente continuo, se entregan a cada actividad, la memoria que tienen es más cortoplacista que la nuestra y sus preocupaciones futuras son de otra índole y otro orden temporal.Además los niños tiene un rasgo muy común y es que suelen tener un carácter “disfrutón” más o menos exteriorizado. A lo que si le sumamos tener cubierta la necesidad de seguridad, la de pertenencia, el reconocimiento, necesidades básicas como las fisiológicas, su estado por lo general será un estado feliz.
Pero, ¿cómo detectar si además de todas esas necesidades que creemos como padres que están cubiertas sospechamos que nuestro hijo puede estar sufriendo algo? ¿Qué sucede si mi hijo de repente deja de sonreír? ¿O sufre variaciones en su carácter?
Las primeras señales en un niño de que algo no va bien son o primeros signos de alarma a atender son: la alimentación, el sueño, el rendimiento escolar y otras somatizaciones externas como dolores, cansancio continuo, y ataques de ira o inestabilidad emocional muy marcada.
Para que se dé depresión infantil es necesario que estén presentes una serie de síntomas como la fatiga, irritabilidad, quejas somáticas, alteraciones de la alimentación y sueño y que estén mantenidas en el tiempo más de dos semanas seguidas. No tener otro origen orgánico ni estar relacionado con el consumo de ninguna sustancia. Y además que estos síntomas afecten considerablemente a las rutinas, a la salud física y emocional del niño. Muchas veces estamos en la antesala y en lo que a veces llamamos “Pseudodepresiones” o estados depresivos leves o en estados de estrés y ansiedad y querríamos saberlo y poder ayudar a nuestro hijo.
Características de la depresión infantil
La temporalidad para plantearnos un caso de depresión infantil se caracteriza por tener una duración de dos semanas al menos y no estar relacionados los síntomas con ninguna otra sustancia ingerida, u otra enfermedad.
Según los criterios diagnósticos debe existir la presencia al menos de dos de estos síntomas persistiendo en el tiempo:
- Estado de ánimo depresivo o irritable: además, a los más pequeños les cuesta describir cómo se encuentran y muchas veces se quejan de molestias físicas. El ánimo irritable se manifiesta con una conducta agresiva o acciones hostiles. Cuando el trastorno se da en adolescentes, los síntomas son más similares a los de los adultos.
- Pérdida de interés: ya sea hacia su propio entorno, hacia sus juegos preferidos, comidas, colegio…
- Falta de energía: está desanimado, le cuesta comunicarse con los demás, no juega, no quiere hacer cosas.
Y además debe existir la presencia de uno o más de los siguientes síntomas:
1. Pérdida de confianza y autoestima, y sentimientos de inferioridad. Mostrándose extremadamente sensibles hacia el rechazo y el fracaso, y en ocasiones se desprecian a sí mismos.
2. Reproches continuos: en los niños esto se traduce en una desvaloración propia o un sentimiento de culpa excesivo e inapropiado.
3. Ideas o intentos auto-líticos (de querer morirse).
4. Incapacidad para concentrarse. No son capaces de centrar la atención en una actividad por periodos largos de tiempo. Parecen ensimismados.
5. Actividad psicomotriz agitada o inhibida.
6. Alteraciones del sueño y del apetito.
7. Variaciones de peso.
Cómo ayudarles
Los padres, educadores, profesores y demás personas que forman parte del entorno del niño, podemos ayudar más de lo que creemos. Si detectamos o intuimos que lo que puede estar viviendo nuestro hijo es una depresión infantil es importante visitar a un profesional de la medicina o la psicología que nos ayude a poder realizar un diagnostico preciso y ponga en marcha un plan de intervención si así fuese.
Si lo que detectamos en nuestro hijo es un estado de estrés puntual, o episodios de ansiedad y miedo o un estilo de personalidad que necesita un mayor apoyo en determinadas ocasiones podemos acudir a un profesional, a un psicólogo infantil o familiar que nos oriente, y además podemos:
- Hablar de lo que le sucede y acercarnos a su realidad en el cole, con los amigos, en lo que sucede por su cabeza. La expresión emocional es esencial. Debemos dotar al niño de herramientas para identificar y hablar de sus emociones. Podemos pedirle que escriba en una libreta sus pensamientos positivos de 3 a 4 veces al día. De esta forma, éstos irán aumentando, y se la expresión de emociones se verá favorecida
- Hacer un trabajo emocional o realizar actividades para esto como leer cuentos de emociones para ayudarle a expresar lo que siente, e historias de niños que pueden vivir situaciones que les llevan a estados de tristeza intensa.
- Averiguar si lo que sucede tiene una causa real externa, como la relación con los iguales, separación de los padres, fobia puntual sin detectar, o si no existe específicamente una causa y tiene un origen más orgánico.
- Reforzar positivamente cada paso que dé, ajustado a su plan y celebrarlo como un logro importante. y ayudarle a reestructurar los pensamientos considerados negativos.
- Identificar las situaciones que le causan ansiedad e incertidumbre, para después cambiarlas. Tenemos que intentar que el niño se sienta apoyado por nosotros, tranquilizándolo en los momentos que lo necesite.
- Poner un plan de acción con objetivos hablados, pactados conjuntamente y realistas para superar aquellas cosas que sean fruto de estrés u agobio.
- Reforzar sus actitudes y cada intento de superarse a pesar de que necesite mayor perseverancia o sean intentos “fallidos” que no se vean los resultados a corto plazo.
- Expresarle siempre nuestras emociones positivas hacia ellos de cara a fortalecer su sentimiento de reconocimiento, y no sólo lo que les queremos sino lo que nos gusta de ellos, lo únicos que son. Con el tiempo y cuando se vaya recuperando podremos dar cabida a la asertividad para expresar otro tipo de emociones.
- Hablar de las características personales y poder identificar su inteligencia vital, potenciarla y además fortalecer las otras para que su calidad emocional en relaciones, y diaria mejore mucho.
- Es importante fomentar la autoestima hace que su estabilidad emocional se vea muy fortalecida.
- Intentar que su lenguaje sea en un tono positivo, ayudarle a distinguir, dando las razones adecuadas, entre los acontecimientos que él puede controlar y los que están fuera de su alcance, y no culpabilizarse por éstos últimos.
- Estabilidad familiar, anticipar los cambios, explicando la razón de ellos, en un lenguaje adecuado a cada edad, ayuda a reducir sus preocupaciones.
- Potenciarle el interés y la motivación, “las ganas de volver a vivir”. podemos acordar con el niño una actividad interesante para él al día para aumentar su motivación e interés por las cosas, planificar acontecimientos especiales en los que se divierta, hablar sobre temas que le gusten, etc.
- Si existen dificultades con el apetito y problemas de peso y estas estén relacionadas con la depresión es recomendable no obligar al niño a comer. Se puede consultar este tema con su pediatra. Y en casa podemos ayudarle con incentivos preparando sus comidas preferidas, o relacionar el periodo de la comida con algo agradable.
- Ayudarle a las rutinas de descanso y sueño. Mantener un horario estable para dormir pautando unas horas recomendadas para su descanso, realizar con él actividades relajantes que le gusten (música, majase, cuento) y que ayuden a inducir la rutina de sueño y relajación y que le gusten será muy efectivo para el abordaje de la rutina de sueño necesaria. Además es recomendable y muy bonito terminar el día con un comentario positivo o indicándole que se acuerde de algo que le haya encantado del día, o recordando aquella vez que tan bien lo pasamos…etc.
- Ayudarle a la autorregulación corporal y emocional. Modificar o variar las actividades que le causan agitación, y enseñar al niño técnicas de relajación y respiración, dar un masaje antes de dormir y enseñarle a entrar en estados de calma será muy valioso para su confianza y disminución de su estrés físico y mental.
- Atender al comportamiento agresivo e ira. Tratar estas alteraciones desde el límite y la firmeza amorosa. Herramientas como el “termómetro de las emociones”, y aprender a detectar lo que siente, la intensidad de lo que siente, y expresar su ira de una manera más adaptada y conocer desde donde nace esa rabia, puede ayudarle mucho a emplear otras estrategias de depuración de esta emoción y a comportarse de una manera más adaptada y autorregulada.
- Ayúdale amablemente en su dificultad para pensar y para concentrarse. Anímale a participar en juegos, actividades familiares, rutinas, charlas en casa y/o hacer juegos de mesa que sean amenos y que sean compartidos y adaptados sin exigencias más que el mero hecho de estar juntos y compartir le puede resultar muy gratificante. Inclúyele!
- Atender y detectar pensamientos suicidas. Buscar ayuda profesional inmediata en caso de que estos síntomas se den.
- Si la depresión o los síntomas persisten y/o se agravan: buscad ayuda profesional.
Destacar que la detección temprana de la depresión infantil es vital. Cada niño tiene una manera de ser, y acepta los cambios de manera diferente. Por ello, debemos poner especial interés en conocer muy bien a nuestros pequeños para saber qué es lo que ha cambiado de su comportamiento y estar pendiente de las modificaciones en su estado de ánimo y en las posibles causas. Y sobre todo, prestar atención, ser su sostén, ofrecer mucho cariño, poner límites claros también y realizar un acto de entrega en la educación diaria familiar hará mucho para superar una depresión infantil.